¿Qué significa tener enfermedad renal crónica?

Con mucha frecuencia somos consultados por el interés de saber qué tan grave se encuentra la salud renal, luego de que en un examen de imágenes (ecografía, tomografía, etc.), de sangre u orina se detectaron alteraciones sugestivas que informan acerca de una afección en los riñones. En la mayoría de los casos, estas pruebas fueron solicitadas por los médicos de cabecera que ya la sospechaban, pero en otros, fueron hallazgos dentro de un control de salud general y son, por lo tanto, inesperados.

Será la edad del paciente la que nos mostrará las causas variadas de su aparición: desde aquel niño que nace con una afección tan grave que obliga a iniciar diálisis en la primera semana de vida; aquellos, que debido a enfermedades congénitas presentan insuficiencia renal en la niñez; los que en la adolescencia o en la edad adulta, siendo totalmente normales, se enfermaron gravemente en pocas semanas o a largo plazo con inflamaciones renales, o que experimentaron complicaciones provocadas por la diabetes, hipertensión arterial, por consumo de antiinflamatorios no esteroideos (AINES) y otra serie de afecciones no muy frecuentes. En todo caso, ninguno de nosotros se puede considerar libre de sufrir una enfermedad renal crónica en cualquier momento de su vida, sin embargo, debemos considerar, que nos alejaremos mucho de esa posibilidad si tenemos un estilo de vida que no nos predisponga a enfermedades como las mencionadas, acudiendo al médico ante cualquier síntoma sospechoso o dejando la mala costumbre de consumir medicamentos por nuestra cuenta.

Consideramos importante saber en cuál de las cinco fases se encuentra la enfermedad renal de nuestro paciente y de lo avanzada que esté la pérdida de las diversas funciones del riñón; de esta manera, se podrán realizar los cambios respectivos que ayudarán a retardar las complicaciones que se irán presentando a medida que se produzcan daños más severos. Es así que, con el control adecuado de la causa que la produjo, la aplicación de cambios en el estilo de vida y la administración de algunos medicamentos como el calcio, bicarbonato de sodio, vitamina D activada, hierro por vía oral o endovenoso, vitaminas del complejo B y hormonas que estimulan la producción de glóbulos rojos, estaremos brindando medidas conservadoras que darán estabilidad. También pueden añadirse otros medicamentos considerados “protectores renales” con propiedades antinflamatorias que bloquean agentes profibróticos (Finerenona) y otros que disminuyen la toxicidad renal de la glucosa (Dapaglifozina), hasta que llegará un momento en que no quedará otra opción que la de añadir medidas sustitutivas (diálisis o trasplante renal), que ayudarán a depurar la sangre de los excesos (impurezas, líquido, potasio, entre otros), que ya no se pueden eliminar ante el daño severo de la función renal, cuya velocidad para eliminarlas venía disminuyendo ya en forma natural por envejecimiento, a razón de 1 ml por minuto por cada año, después de los 35 a 40 años de edad.

Llegado a este punto, sea en forma abrupta por el silencio cómplice que en ocasiones acompaña a la insuficiencia renal o, conociendo de antemano qué iba a ocurrir, el paciente y su familia enfrentan un dilema ante la crítica situación, misma que deberá ser evaluada ante su condición clínica para tolerar la diálisis o el trasplante renal; el acceso a las alternativas o la elección de no elegir ninguna, como hemos observado en algunos casos, conlleva a tener la apertura suficiente al acompañarlos y apoyarnos con personal especializado en los cuidados paliativos que mitiguen el dolor físico y emocional ante lo inevitable.

Aún estamos a tiempo de fortalecer nuestra salud renal, consultando con los médicos a la primera señal que pueda afectarla, cumpliendo con la medicación indicada y medidas que mejoren nuestro estilo de vida.

Dr. Oswaldo Freire Valencia

NEFRÓLOGO - PEDIATRA

Guayaquil, Ecuador

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Detección temprana de la insuficiencia renal crónica