Reconocimiento al trabajo del personal médico
Cartas al Director - Diario El Universo
Desde el momento que pisamos aulas universitarias para estudiar medicina nos fuimos dando cuenta de que durante los dos primeros años estábamos sentando las bases del conocimiento del ser humano: ¿cómo era?, ¿cómo funcionaba?; para luego, al estar en clases prácticas aprender a detectar lo que le sucedía cuando se alteraba con las enfermedades: ¿cómo debíamos examinarlo?, y los innumerables efectos de las drogas que podíamos recetar.
Algunos tuvimos la oportunidad de trabajar en ciertas clínicas como ‘internos’, bajo la guía de médicos recién graduados que fungían de jefes de guardia y observando a médicos más experimentados para aprender el manejo de afecciones clínicas o quirúrgicas. Durante este tiempo de aprendizaje inicial nos fuimos acostumbrando a las ‘consultas informales’ de familiares, amigos o sus recomendados, quienes buscaban que los recetáramos con algún medicamento que pusiera fin a su dolencia; que los orientáramos en alguna duda y otras veces que opináramos sobre el diagnóstico o tratamiento realizado por otro colega. Este tipo de consultas informales –las llamo así porque se daban fuera del ámbito del consultorio particular, donde no podíamos escribir una historia clínica, y exponíamos nuestra opinión sobre la impresión diagnóstica y el plan de tratamiento a seguir– terminaban con un simple gracias; sin ningún reconocimiento económico por la atención brindada. Tengo claro que estas consultas se dan en todas las profesiones, en algunas de las cuales quienes las ejercen han llegado a colmarse tanto que se lee en una sala de espera de un estudio jurídico un letrero que dice ‘Toda consulta es pagada’. Si este mensaje hubiese estado en un consultorio médico, seguramente el colega hubiese sido catalogado como ‘materialista, inhumano, falto de solidaridad con el prójimo’, etc.
Pero llegó la tecnología y con las redes sociales las consultas de ese tipo perdieron incluso la calidez del contacto humano. Si antes veíamos o escuchábamos a quien nos preguntaba, ahora muchos solo escriben e incluso con textos acortados indescifrables; nos envían audios de pacientes que producen ruidos al respirar; videos o fotos que evidencian lesiones; imágenes de recipientes con orina, heces; exámenes de laboratorio o de ecografías, tomografías y más…; todo lo inimaginable que oriente al médico a emitir una opinión al respecto. El examen físico tan necesario pasó a ser algo secundario y los médicos nos resistíamos a aceptarlo hasta que llegó la cuarentena. Con esta la consulta ambulatoria ha disminuido mucho, sea por el temor de quien la requiera o del que la brinda, haciendo cambiar los perfiles de las redes sociales de ‘No damos consulta por WhatsApp’, a ‘Reserve su teleconsulta’. ¿Quién se iba a imaginar que un microscópico organismo iba a cambiar tanto nuestro modo de vida? Los hospitales colapsaron, las citas ambulatorias y las intervenciones quirúrgicas se pospusieron; los pacientes se volcaron a las redes buscando atención médica con una diferencia a lo relatado, hoy reconocen el pago de la consulta.
Ante las circunstancias, los profesionales que no podían salir a atenderlos en sus consultorios, nos vimos ante la decisión de agudizar nuestro bagaje de conocimientos para discernir lo mejor posible el diagnóstico y tratamiento de quienes nos consultan, brindando así un alivio a la preocupación y recibiendo por ello (con solidarias excepciones por cierto) un justo reconocimiento que nos permite, como cualquier profesional, cubrir sus necesidades también. (O)
Oswaldo Freire Valencia, nefrólogo, pediatra, Guayaquil